El Oporto gana la Liga tras el empate de sus inmediatos rivales y rompe el dominio del Benfica después de casi cinco años sin título.
Ha tenido que pasar casi un lustro, desde agosto de 2013, para que el Oporto acabase con su mayor abstinencia en los últimos 41 años. Desde que había alzado la Copa en 1977 para romper nueve años sin títulos no había estado sometido a una abstinencia igual el equipo portista, que con el empate entre Sporting y Benfica (0-0) logró su entorchado liguero número 28, el primero tras cuatro temporadas de dominio encarnado. El nuevo campeón llegó a la meta este sábado sin jugar. Lo hará en la jornada dominical, la penúltima, en O Dragão contra el Feirense. Luego restará un cierre en el que los sportinguistas, que juegan en casa del Marítimo, parten en ventaja respecto al Benfica para lograr la segunda plaza y disputar así la eliminatoria previa de la Liga de Campeones. Porque el tercer clasificado se irá a la Europa League después de que el fútbol portugués haya perdido por ranking una plaza en la máxima competición continental en beneficio de los representantes rusos.
Quien festeja es el Oporto y con él Iker Casillas, que tres años después de su llegada al equipo todavía no había engrosado su espléndido palmarés. Lo hará tras un campeonato en el que conoció el banquillo durante trece jornadas entre finales de octubre y mediados de febrero y en el que recuperó la titularidad tras la mala actuación de José Sá en la Liga de Campeones frente al Liverpool. “El mejor profesor: el fracaso es”, escribió esta semana el meta mostoleño en sus redes sociales parafraseando al Maestro Yoda. También a través de ellas difundió un asado en las instalaciones del equipo durante el que sus compañeros le pidieron entre cánticos que se quedase en el equipo. El vínculo de Casillas con el Oporto vence a finales del próximo mes. No es el único español en la plantilla del nuevo campeón luso. El cántabro Iván Marcano es el capitán del equipo y líder de su zaga. También tiene pendiente la renovación. Oliver Torres, por el que se hizo efectivo el pasado verano un traspaso de 20 millones de euros con el Atlético, tuvo menos presencia en las alineaciones en su tercera campaña en el club.
El triunfo le llega al Oporto tras una campaña que de dominadora mudó en agónica. En la quinta jornada llegó al liderato y no lo dejó hasta que estrenado abril cayó en casa de Os Belenenses, la segunda derrota consecutiva a domicilio tras perder también en Paços de Ferreira. Ahí se esfumó una cómoda ventaja de cinco puntos sobre el Benfica, un pequeño desastre que le abocó a tener que sacar el triunfo de su visita al Estadio da Luz el pasado día 15. Entonces un gol del mexicano Herrera en el tiempo de descuento le volvió a poner en cabeza. Hace una semana otro tanto sobre la bocina en casa del Marítimo, anotado por el fornido punta maliense Moussa Marega le dejó a un paso del título. Aquella noche Oporto se echó a la calle y una multitud acudió a recibir al equipo al aeropuerto al regreso de Madeira.
La ciudad necesitaba este título. Un aforismo luso seguramente discutible detecta en Portugal cuatro actitudes de norte a sur: “Braga reza, Oporto trabaja, Coimbra estudia y Lisboa se divierte”. Lo cierto es que este renacido Oporto es un equipo de esforzados dirigido por un técnico severo. “Me gusta presionar a mis jugadores. No resulta fácil trabajar conmigo”, dice Sergio Conceiçao, aquel futbolista de banda que creció a finales de los noventa en O Dragão antes de salir hacia Italia donde ganó la Serie A y la Recopa con el Lazio y dejó buen sabor de boca en Parma e Inter. Su cumbre futbolística pudieron ser los tres goles que le marcó a Alemania en la Eurocopa del 2000. Como técnico se le espera en altas cotas. Estudió en el Académica de Coimbra y rezó en el Braga y en su vecino Guimaraes antes de aceptar la llamada del Nantes, donde renunció a un lucrativo sueldo por aceptar una oferta de un Oporto en apuros económicos. Ahora repartirá entre sus auxiliares una prima de un millón de euros por ganar un campeonato que afrontó tras sufrir las bajas de dos de los mejores futbolistas del equipo, el centrocampista Rubén Neves y el delantero André Silva. Apenas le llegó el refuerzo de un tercer guardameta, pero con esos mimbres se lanzó a romper el dominio del Benfica y frustrar al emergente Sporting. Lo consiguió y no quiere que nadie le quite valor porque el epílogo llegó con un empate en Lisboa entre sus dos perseguidores. “Nadie es campeón en el sofá. Lo somos porque conseguimos en el campo los puntos que nos permiten celebrarlo”. Y en Oporto se trabaja, pero pocas ciudades festejan con más pasión.
Fuente: EL PAIS. Artículo de: Juan L. Cudeiro